Arriba, vídeo "Platero y yo" sobre Juan Ramón Jiménez ( Los libros,
1976). Este capítulo está ambientado en 1956, cuando el poeta ganó el
Premio Nobel de Literatura.
Abajo, dama sobre burro que no se llama Platero, en Miranda de Douro.
Más abajo, callecita Florida (Spanien). Fotos: jcc
Van de a tres
cruzando la tarde,
van de a tres
cortando el sable,
del tiempo.
De "Los burros portugueses"
Ayer domingo 23 de diciembre rendimos homenaje a Juan
Ramón Jiménez. Lo hicimos leyendo parte de su libro
titulado "Platero y yo". La obra de Juan Ramón Jiménez es
extensa, pero lo leímos pensando en el público alemán,
que es curioso y con deseos de escuchar los sonidos de la
lengua de Cervantes, o mejor, nos ponemos en plan "actual",
lo leímos en la lengua del poeta Juan Cobos
lo leímos en la lengua del poeta Juan Cobos
Wilkins, quien dicho sea de paso ha sido director de la
Fundación y Casa-Museo de Juan Ramón Jiménez.
Juan Ramón Jiménez nació en la localidad de Moguer,
Huelva, el 23 de diciembre de 1881 y murió en San Juan de
Puerto Rico, el 29 de mayo de 1958.
A continuación un pedacito de Platero, una de sus obras
más conocidas en Latinoamérica:
Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que
se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los
espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos
escarabajos de cristal negro. Lo dejo suelto y se va al Prado
y acaricia tibiamente, rozándolas apenas, las florecillas
rosas, celestes y gualdas... Lo llamo dulcemente: ¿Platero?,
y viene a mí con un trotecillo alegre, que parece que se ríe,
en no sé qué cascabeleo ideal (1).
(1) de "Platero y yo" de Juan Ramón Jiménez.
Huelva, el 23 de diciembre de 1881 y murió en San Juan de
Puerto Rico, el 29 de mayo de 1958.
A continuación un pedacito de Platero, una de sus obras
más conocidas en Latinoamérica:
Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que
se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los
espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos
escarabajos de cristal negro. Lo dejo suelto y se va al Prado
y acaricia tibiamente, rozándolas apenas, las florecillas
rosas, celestes y gualdas... Lo llamo dulcemente: ¿Platero?,
y viene a mí con un trotecillo alegre, que parece que se ríe,
en no sé qué cascabeleo ideal (1).
(1) de "Platero y yo" de Juan Ramón Jiménez.
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