La frecuencia más sabrosa

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martes, 10 de febrero de 2015

CHUCHO PALMA AUS VENEZUELA: DE SU GAITA Y SU MICRÓFONO


 Por Jose Carlos Contreras

Si las ninfas existieran, y habría que enamorarlas para pasar la noche con ellas, seguro que Chucho Palma las cautivaría con su bongo o con su gaita, que es el género que más adora; y ellas lo raptarían para esconderlo para siempre en el tupido de los bosques. Este músico sudamericano que viene de la tierra que posee el salto de agua más alto del mundo, es un personaje jovial, vivaracho, y, sobre todo, serio, porque serio se pone cuando toma en sus manos un instrumento, y uno, al contemplarlo, se imagina que el paraíso debe de estar en la tierra para los músicos, porque músicos como Chucho, tocan como si estuvieran en el cielo.


 Un mediodía de domingo de otoño alemán se acercó al programa Haltestelle Iberoamerika, y luego de hacer una alabanza aguerrida a la gaita, y rendir pleitesía a la labor social y de hermandad que produce este género musical, sacó, como un mago, un instrumento pequeño. Lo colocó entres sus rodillas y logró soltar de la madera unos alaridos de caña dulce que hizo bailar a los micrófonos en vivo y en directo. La radio es mágica, y, para un entrevistador, enfrentarse a los actos espontáneos de sus invitados es una receta vital que confirma que hacer radio en vivo es una panacea a la desfallecida y aburrida forma contemporánea de hacer radiotelefonía con grabación anticipada.

CHUCHO PALMA ES UN GRANDE

La música debe de tener ese encanto embriagador que todo músico, todo buen músico, posee debido a esa inyección invisible que no es fácil de detectar en un control de hemoglobina. Chucho Palma, en esa sesión radial de mediodía, hizo vibrar unos minutos un instrumento tipo cajón bongó en minuatura, o no sé que nombre debería tener. La música fluyó acompasada y vibrante, atrevida y segura. De pronto las manos de Chucho frenaron en seco y siguió contando de su Venezuela natal, como si no hubiera pasado nada, luego de habernos deleitado con un ritmo maravilloso, siguió hablando del género que adora más que al pan de cada día: la gaita.

Antes de su presentanción en la radio, Chucho Palma fue un suceso en las redes sociales. Y el post que llevaba su nombre se fue llenando de saludos y preguntas. De Venezuela no faltaron epigramas. Cuentan las crónicas que Chucho Palma cayó una vez enfermo y el hospital venezolano que lo cobijaba se fue llenando de llamadas telefónicas. Al médico de guardia se le abrieron los ojos de sorpresa cuando descubrió que el culpable de que el hospital fuera un hormiguero de llamadas, era Chucho Palma. Supo entonces que como paciente tenía a un hombre tan querido por su música y por su persona. Seguro que a los médicos les  gusta más la música clásica del siglo XVIII, seguro que Chucho Palma, quien ha tocado al lado de gente como Ismael Rivera y Andi Montanez, en estos momentos que escribo estos vocablos, debe seguir adorando a sus instrumentos, lustrando sus partituras y componiendo nuevos ritmos para su gaita querida.

Buena Chucho. Palmas para Palma.

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